Todos buscamos definirnos, una respuesta a la pregunta ¿quién soy?. Esa definición en mi pasaba por el ser arquitecto, pero el proceso de construcción de esa identidad también pasaba por buscar hacia atrás, hacia la historia y los más cercano fue el mirar hacia mi segundo apellido, que es el apellido que en algún punto llevan mis dos padres; Larrotta.
Larrotta, un apellido de origen italiano que ingresó a Colombia en el siglo XVIII por Santander y Boyacá, supuestamente el origen de aquel apellido tiene que ver con un castillo a orilla de un camino que aún hoy se encuentra de pie. Della rotta como originalmente se escribía traduce, De la Ruta.
Esto le da origen a la palabra, pero su identidad real está contenida en estas montañas, De La Ruta eran las palabras ideales; estas montañas son atravesadas por un camino real usado desde antes de la colonia, una ruta de tránsitos que conectaba las tierras bajas adyacentes al río magdalena por donde entraban las mercancías, a las tierras altas, a la sabana, a la capital.
En algún punto de la historia comercial de esta ruta, hace tantas generaciones que me es imposible rastrear; sobre ella se asentaron dos familias, mi familia materna y la paterna, que en algún punto terminan siendo la misma familia, pues comparten el mismo apellido; Larrotta, Dellarotta, De la Ruta.
En ese escuchar el llamado de las montañas, de buscar la sencillez de la vida, de la simpleza, los orígenes, en ese proceso de redefinir quién soy, de redefinir los conceptos de éxito, de fracaso y de la vida, acepte finalmente ese llamado que venía desde adentro y que me traía de vuelta a este lugar.
La intención era clara, crear una experiencia, esa experiencia que se había bosquejado durante años como manera de escape a la ansiedad e ideas claras gracias al quehacer de arquitecto, tenía el lugar, este maravilloso lugar que pertenecía a mi abuelo y me conecta con lo que ahora considero esencial.
Una consideración que pasa por desmontar el concepto del tiempo, ese afán de ser alguien, de conseguir algo, para simplemente ser, el hecho de simplemente existir y contemplar. Es fácil olvidar que existir, que el ‘simple’ hecho de vivir es un milagro.
Esta es la razón de que esa cabaña sea de cristal, unas ventanas que contemplan el mundo, sin ser parte de él, un proyecto en marcha y sin afán.